23.4.08

El fascista espot de Calderón

El griterío en los medios de comunicación ha sido, en tiempos recientes, atronador. Y en el mero epicentro de tanta energía patrocinada, de tanta enjundia estómago-conceptual, se halla el personaje predilecto a denostar: Andrés Manuel López Obrador. Él es el causante de toda perturbación, entrevista o inventada, que ronda por el país. Un rutilante actor del ámbito público cuyos fines o propósitos son alumbrados al detalle por una caterva de críticos que lo siguen de manera compulsiva.

Afectados hasta en sus mismas entrañas por convulsiones de odio, desprecio, de enojos que por momentos se transforman en ira irreprimible, sus detractores no cesan de acusarlo de cuanto sucede de malo en esta angustiada República. Es, de varias y torcidas maneras, su personaje inolvidable, irresistible. Recurren a cualquier artificio para ponerlo a hervir en el lodo de sus consignas, de sus fundadas condenas que forman, hiladas una tras otra, deformantes diatribas. Noticieros completos de radio imbuidos en el sacro deber de expulsar, al lopitoz de sus anatemas, de la escena política del presente. Todo un fenómeno colectivo de fobias que se trasminan en cada una de las palabras, en cada frase, en cada parrafada que, sin continencia ni pudor alguno, lanzan al tabasqueño.

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