18.4.08

De tumbo en tumbo

Salvo discursos, Felipe Calderón no parece estar haciendo gran cosa en materia de política. Llegó Álvaro Uribe para “darle la cara” en su propia tierra y acusar a los cuatro jóvenes mexicanos muertos en Ecuador de ser “igual de guerrilleros, terroristas, narcotraficantes y secuestradores que los guerrilleros” y el Rey Michoacano del Pasmo ni siquiera atinó a responder con fuerza de jugador en cancha propia, pues tímidamente planteó que él no prejuzga ni califica “ni en un sentido ni en otro” (sino todo lo contrario) “sobre estos jóvenes” y, con vocación de tortuga política, se lavó las manos con cargo a lo procesal: “esperemos que terminen las investigaciones” (mientras tanto, en el Foro Económico Mundial que ayer se clausuró en Cancún, empresarios y participantes brindaron una ovación cerrada al “valiente” Uribe).

Lo que eufemísticamente es llamado gobierno de la República tampoco logró, a través de sus alfiles legislativos, que fuese aprobada la brillantísima idea de declarar una tregua en la toma de la tribuna de San Lázaro para que allí pudiese ser recibida la presidenta de India. El infantilismo político del kínder hispano-mexicano de Los Pinos llevó a plantear la posibilidad de que una fuerza política que ocupa por fuertes convicciones una plaza estratégica podría levantarse de ella para dar paso, “por horas”, a una ceremonia protocolaria y luego, bajo palabra de honor, el sitio en disputa sería devuelto a los ocupantes originales (como si fuese una especie de hotel de paso, por ratos), como si la política, las ideas y los conflictos fuesen una variante del jugar a las comiditas (o a los congresitos).

Felipe no entiende lo que está pasando en México y no hace nada inteligente para salir de la gran caldera en que se ha metido. Juega a dejar que el tiempo pase y se encierra en un círculo íntimo que no le aporta más que evasiones. Por ello es que sus propios puntales empresariales, mediáticos y académicos han pasado a la desesperación y presionan para que la parálisis del presunto presidente oficial se convierta en mano dura, en acción ejemplar, en uso de la fuerza pública para reprimir a los disidentes, a los alzados. Voces destempladas y figuras descompuestas claman por respuestas vigorosas. Basta leer y escuchar a Federico Reyes Heroles (hermano del director de Pemex, Jesús, artífice de las encuestas amañadas de 2006 a cargo de GEA-ISA, cuyo entonces director operativo es hoy el director del espionaje político, del Cisen), a Leo Zuckerman o a Carlos Elizondo para medir el grado de irritación y nerviosismo que les causa el aturdimiento de su presidente.

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