En la ya larga historia de la Secretaría de Gobernación difícilmente se encontrará un caso, ya no igual, sino parecido, al de Juan Camilo Mouriño Terrazo, el predilecto del inquilino de Los Pinos, quien ha roto récord, pues a poco más de 40 días de su nombramiento acumula un abultado expediente de sainetes, irregularidades y presuntos ilícitos.
Sin duda, el gusto que en Calderón provoca su joven delfín le ha salido políticamente mucho más caro de lo que suponía (aunque el costo real, como siempre, lo pagan los “gobernados” con “autoridades” como esas), cuyo único mérito es ser amigo inseparable de quien firma los nombramientos. Con estos ejemplos, personajes como Don Jesús Reyes Heroles o serpientes venosas como Fernando Gutiérrez Barrios, deben estar revolcándose en sus respectivas moradas, aunque de risa, porque muchos aseguran que sus carcajadas se escuchan hasta en los últimos rincones de Los Pinos y el Palacio de Cobián.
Y todo indica que ese vergonzoso inventario de excesos y debilidades no ha sido suficiente, porque no quitan el dedo del renglón. Así, Felipe Calderón rompió el cascarón para que su niño consentido brillara en sociedad y presumirlo como “el gran genio”, el “cerebro oculto” del sexenio (¡si este es el brillante, cómo estarán los demás¡). Lo sentó en el Palacio de Cobián sin la menor experiencia para ocupar el cargo, pero con la única gracia de ser su predilecto, lo que ha demostrado hasta la saciedad al designarlo coordinador ejecutivo de su campaña electoral y general del equipo de transición, amén de jefe de la Oficina de la Presidencia de la República y ahora inquilino de Bucareli. Todo producto de su larga experiencia política: dos diputaciones (una estatal, otra federal).
Pero la historia no comienza allí, pues toda la carrera política de Mouriño, si existe en realidad, va de la mano de Felipe Calderón. Donde éste se coloca, a su diestra aparece sentado Juan Camilo, como en los no muy lejanos tiempos del michoacano como coordinador de la bancada panista en San Lázaro, cuando el hispano-mexicano (según el pasaporte que utilice para la ocasión) ocupó la presidencia de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, o la Subsecretaría de Energía cuando el michoacano fue titular de esa dependencia del Ejecutivo.
El conflicto de intereses del ahora secretario de Gobernación no es nuevo, no surge con su llegada a Bucareli, pues el truco de los pasaportes también lo usa a la hora de definirse como empresario o político, según lo amerite la ocasión.
Lo que sí queda claro es que al designar a su favorito como titular del Palacio de Cobián, no obstante su inexperiencia para el cargo, su par de pasaportes y el obvio conflicto de intereses que significa un empresario en cargo público, el inquilino de Los Pinos muestra las verdaderas “manos limpias” presumidas en campaña, y ratifica que la tradicional forma de hacer negocios privados por medio de los puestos públicos no se erradica con frases electoreras.
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