23.3.08

■ Cheney: la guerra contra Irán y la baja del petróleo

El vicepresidente Richard Bruce Cheney, el verdadero poder tras el trono en Washington donde Baby Bush figura como marioneta, es un hombre sumamente ambicioso pese a sus infartos en el miocardio y, quizá, en el que pudiera representar el último periplo de su vida pretende buscar la cuadratura del círculo al desear simultáneamente desatar la guerra contra Irán y la baja del petróleo.

Se trata de dos objetivos incompatibles, ya que una guerra contra Irán desembocaría en el cierre del Estrecho de Ormuz, que pudiera disparar el precio del oro negro a más de 200 dólares el barril.

La congruencia no es el fuerte del régimen torturador bushiano, catalogado hoy como el peor de la corta historia de Estados Unidos, ya que el contenido de su pensamiento es poco sofisticado y asemeja lineal y maniqueamente a los reflejos condicionados pavlovianos de los invertebrados. El Medio Oriente es mucho más complejo en su estructura mental y difícilmente los nueve días del extenso periplo de Cheney puedan hacer cambiar el parecer de los mandatarios de la región, quienes en su conjunto se han percatado de la decadencia del imperio estadunidense cuyo símbolo mayúsculo, el dólar, vale menos que una acción bursátil del insolvente banco Bear Stearns.

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