30.1.08

Pemex o el ofertismo fiscal apátrida

n el presente, las carencias presupuestales de Pemex se deben más a la ordeña que el fisco hace de sus ganancias y a la vasta corrupción que recorre el conjunto de la administración pública federal, así como a la dirección de la empresa y a la cúpula del sindicato petrolero, que constituye una importante fuga de recursos públicos. Baste mencionar la injustificable entrega al gremio controlado por Carlos Romero Deschamps de mil 724 millones por el ex director de Pemex, Raúl Muñoz Leos, en julio de 2004; los datos proporcionados por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), según los cuales hay un faltante de 26 mil 342 millones en las cuentas públicas entregadas en 2005 por el gobierno de Vicente Fox y, más recientemente, los escándalos que involucran a la empresa Oceanografía, vinculada a los hermanos Bribiesca Sahagún, en un desfalco millonario a la paraestatal. Con estos datos en mente, resulta claro que, para que Pemex obtenga los recursos que requiere, no es necesaria la inversión externa: bastaría con frenar el saqueo fiscal que sufre desde décadas atrás y hacer una limpia en las oficinas gubernamentales y en las propias, así como acabar con los privilegios de la cúpula sindical del organismo.

Por otro lado, el gobierno podría obtener los recursos que necesita para sostenerse si, en vez de depredar a Pemex, aplicara rigurosamente a las grandes empresas privadas las directivas fiscales vigentes; si gestionara la adopción de un gravamen a las ganancias que se obtienen mediante las operaciones bursátiles; si adoptara medidas de verdadera austeridad –los sueldos de los altos funcionarios pueden recortarse mucho más que el efectista 10 por ciento anunciado al principio de la presente administración–, y si procediera a un saneamiento a fondo de las prácticas corruptas que persisten y se multiplican en las dependencias gubernamentales.

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