En un excelente discurso, un notable pensador mexicano hizo la siguiente declaración: “Debemos defender a una industria petrolera mexicana sustraída al dominio privado, en cuyas manos, sobre todo siendo extranjeras, resulta peligrosa por la acumulación de poder que implica dentro de una economía tan débil como la nuestra”. El mismo pensador aseguraba que ése era “uno de los objetivos deseables, legítimos y necesarios para lograr una positiva elevación social de México”.
Pensarán mis lectores que el autor de estas frases fue un socialista radical o un colaborador del presidente Cárdenas. No es así: el autor de esas declaraciones patrióticas fue Efraín González Luna, candidato del PAN a la Presidencia de la República en 1952. González Luna fue, además, uno de los principales ideólogos del partido y uno de sus fundadores más conspicuos.
Han pasado los años y los daños, y ahora Acción Nacional se prepara para privatizar Pemex de una manera solapada y tramposa, pues, mientras habla con los monstruos del monopolio petrolero mundial y afirma que su proyecto se limita a contratar algunas prestaciones de servicios, con demagogia ilimitada asegura a la opinión pública que no se dará la privatización de la paraestatal que lleva sobre sus hombros casi todo el peso del gasto nacional...
González Luna tenía muy claros los peligros de la privatización; sus torpes y corruptos sucesores ignoran su pensamiento y se entregan de nuevo en manos de las compañías extranjeras. Vale la pena recordar a este insigne pensador panista en estos momentos de riesgo para la soberanía nacional. Sabe el gobierno que la privatización no puede darse debido a la disposición constitucional, pero ya ha echado a andar sus trampas para asociarse en aventuras financieras con las empresas trasnacionales. La tecnología moderna está en el mercado y ahí puede adquirirse sin necesidad de asociarse con compañías extranjeras.
Estoy totalmente en contra de la privatización de Pemex, pero también me opongo a la continuidad de una administración panpriísta y, por ende, corrupta; de una paraestatal que no puede reinvertir sus recursos debido a las onerosas obligaciones tributarias y al hecho de que 40 centavos de cada peso del gasto público provienen de Pemex. Una nueva administración, eficiente y austera, permitirá que nuestro petróleo sirva a los intereses de nuestras depauperadas clases populares.
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