Felipe Calderón recitó ayer con enjundia de vendedor de baterías de cocina el tal diagnóstico sobre Pemex que dos de sus subordinados habían hecho un domingo pasado, pero con un anzuelo para ciudadanos deseosos de convertirse en potentados con inversiones de a 100 pesos (Pemex, una especie de Guardadito del usurero Banco Azteca). Si a Lázaro Cárdenas, citado sin pudor al principio de la alocución comercial en cadena nacional, el pueblo le llevó guajolotes para pagar la expropiación, al antihéroe actual le pareció muy inteligente ofrecer a los ciudadanos una especie de salpicadura, en ínfimas gotas, del gran baño de corrupción que significará la privatización nada disfrazada que se anunció ayer: todos podemos ser Mouriño, mediante bonitos bonos ciudadanos, parecería ser la oferta de corrupción democratizada. Bonos/espejitos por oro negro.
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