Hace mucho tiempo que los mexicanos perdimos confianza en las instituciones: desde la Presidencia de la República (ya nadie le cree al jefe del Ejecutivo que haga o pueda hacer algo, atado de manos como está por los poderes reales, económicos y políticos, nacionales y extranjeros) hasta el Congreso de la Unión (que ha demostrado que legisla con el estómago, con el interés político puramente de obtención de votos y con el signo de pesos por delante), y desde los partidos políticos hasta los intelectuales (que temen decir lo que verdaderamente piensan para no enemistarse con los grupos en el poder o con los medios de comunicación). Pero todavía hace algunos años creíamos en el IFE, en las comisiones defensoras de los derechos humanos y en el IFAI.
Hoy ya no es así. Esas instituciones, puesto que sirven de poco y sólo dan pie al ofensivo dispendio, han pasado a formar parte de todo el aparato de gobierno que no cuenta con credibilidad ni con nuestra confianza y mucho menos con nuestro respeto, lo cual, como escribió Nancy Rosenblum, es “la condición sine qua non de la democracia”.
Hoy ya no es así. Esas instituciones, puesto que sirven de poco y sólo dan pie al ofensivo dispendio, han pasado a formar parte de todo el aparato de gobierno que no cuenta con credibilidad ni con nuestra confianza y mucho menos con nuestro respeto, lo cual, como escribió Nancy Rosenblum, es “la condición sine qua non de la democracia”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario